Durante unos meses estuve redactando notas para la REVISTA
CULTURAL SONO. Tristemente alguien hackeó la página, solo sabe usted que es
real hasta que le sucede, y toda la información se perdió en la inmensidad de
la virtualidad. Su director y creador, Manuel Estévez, ha perseverado
valientemente en su misión, así que continúa su labor como periodista. Aquí el
enlace de su nuevo portal web:
En un gesto entre nostálgico y esperanzador, recojo los
frutos del pasado para continuar construyendo el presente. Esta nota fue
originalmente publicada en julio del 2014.
Los mejillones marinos se agarran con tal
fuerza a las rocas costeras usando sus peculiares "barbas" que son
capaces de resistir los embistes de la marea, los golpes de las olas e incluso
el desgaste que supone estar expuestos permanentemente a la sal y las
partículas de arena y roca que arrastra el agua. Los seres humanos, en nuestra particular forma
de sentir, nos aferramos como mejillones a las cosas. Y cuando ese algo o ese
alguien, de repente, ya no está en nuestras vidas, nos asalta un gran vacío y
nos dan ganas de salir corriendo, dejando todo atrás. Algo así es lo que le
pasa un día a Bettie, protagonista de la película Elle 's en va (Ella
se va, según la traducción al español y On my way, según la
traducción al inglés). Estando sumergida en la cotidianidad de su natal
Concarneau la invade una profunda tristeza, al punto de creer que su vida ya no
tiene sentido alguno.
Por suerte la vida también está plagada de
sorpresas. Mientras Bettie atraviesa ese curioso vértigo de no encontrar el
norte, su hija la busca para pedirle un favor, y entonces comparte unos días
con su nieto Charlie, a quien ve con poca frecuencia. Como pasa muy a
menudo con los infantes, que nos hacen vivir circunstancias que nos obligan a
repensar nuestras dinámicas de vida, ese niño algo moviliza en la mujer de esta
historia. La desestructura de manera
tierna y juguetona, e inevitablemente la cuestiona y en algo la transforma.
Este hermoso filme, sencillo y sin grandes pretensiones
de tipo formal y/o conceptual, tiene esa gran capacidad de envolver y atrapar,
porque se siente uno identificado con las experiencias de los personajes. O
acaso, ¿quién no ha experimentado rabia contra algún “enemigo”? ¿quién no ha
sufrido un desamor? ¿quién no ha desesperado en una circunstancia angustiante?
¿quién no ha sucumbido mil y un veces ante un vicio supuestamente superado?
¿quién no se ha sonrojado ante piropos y halagos inusuales? Elle s’en va es una película que nos hace pasar por muchas emociones: arranca
lágrimas, atascos en la garganta, sonrisas y carcajadas. Ambientada con una
banda sonora de temas y sonidos muy bien escogidos, simple y muy contundente,
la película articula primeros planos dicientes y poéticos con tranquilos paisajes
y escenas muy singulares de curiosos personajes que Bettie se encuentra en el
camino, mientras intenta huir de un presente que no le agrada del todo.
Elle
s’en va trata variedad de
temas humanos tan comunes como complejos: habla de los lazos familiares irrompibles
y de las relaciones conflictivas entre sus miembros, habla del rencor y del
perdón, habla del amor incondicional y del amor enfermizo, habla de la vejez y
de los parámetros de belleza que la sociedad impone, habla de la mentira, a
veces necesaria, y de las peculiaridades de la infidelidad. Es una historia en
la que vale la pena zambullirse por 116 minutos. Al principio presenta una
circunstancia un poco desesperanzadora. Poco a poco, a medida que el automóvil
va avanzando y el camino se va transitando, el color de la historia va
cambiando. Y culmina con un final un poco muy feliz, tal vez un poco
predecible, pero no alcanza a arruinar la película pues no está ahí su esencia.
Algo particular me pasa a mí con las películas,
casi siempre. Llega la canción de cierre, aparece la lista de los créditos, las
luces se encienden y las aseadoras emergen de la nada para recoger los vasos
plásticos abandonados y las palomitas de maíz que se escaparon. Y como cuando
se emprende un largo viaje, mi cabeza se demora en volver y yo no quiero salir
de la sala. Pero no hay nada qué hacer, hay que seguir hacia adelante con la
vida, ¿no les pasa a ustedes?
Dejo, además de mis palabras, un fragmento del
inicio de la película como provocación, como invitación. Es la canción titulada
‘This love affair’, composición de Rufus Wainright, artista nacido en
New York. La canción es fulminante y certera. Espero surta efecto.